De los quehaceres matutinos
Hace un par de días comentaba entre amigos un curioso sucedido que me había sobrevenido esa misma mañana; lo extraño del caso les movió a hilaridad y sorpresa a partes iguales, casi tanto como a mí me había llevado a la mayor de las preocupaciones, primeramente por lo inusitado del hecho y a continuación por la somnolencia que me acompañaba. Comentéles igualmente la intención que tenía de tratar el asunto en este mi nuevo foro de opinión en cuanto teorizara sobre las causas del mismo, lo cual, más que a la hilaridad, les movió a la carcajada.
Sin haber tratado más el tema, hoy uno de los presentes en aquella conversación ha tenido a bien honrarme con la lectura de la estupidez que escribí ayer mismo, y, en llegando a lo que decía de
[...] Continuando, ahora sí, con lo que nos traía frente al teclado, y que venía a ser el querer contar aquello que me ha acontecido esta misma mañana [...]se le ha venido a la imaginación que iba a tratar el asunto de marras, con lo que, sin seguir leyendo, no ha podido por menos que liberar la risa que le ha traído la memoria de aquello que me sucedió. Lamentablemente, no era aquello sobre lo que versaba lo que nos traía frente al teclado, de modo que gran parte del gusto recibido se disipó con tanta celeridad como había venido.
Empero, con un par de días para meditar sobre el asunto (y tras una investigación con tan fútil como infructuosa), me veo perfectísimamente capacitado no sólo para hablar de lo sucedido, sino, creando un nuevo Principia Mathematica, sentar cátedra en el interesantísimo problema.
Desvelando el misterio que no es tal, he de decir que aquello acontecido en el quehacer matutino no fue otra cosa que el verme sorprendido por una ventosidad (propia) al entrar en la ducha. Lo inusitado, por supuesto, no fue la flatulencia en sí, sino el más que repulsivo e incómodo hedor que sobrevino a continuación.
En efecto, aquello que emanaba de tan pudenda parte no debía tener su origen más arriba, sino mucho más abajo; casi con toda seguridad en el mismísimo averno.
Si mi ignorancia y mi mala memoria, que no van a la zaga de mi estupidez, no me hubieran jugado la mala pasada de hacerme olvidar la ley de Gay-Lussac (pese a apellidarse Gay uno de sus enunciadores, no confundirla con la ley de Mahoma), hubiera recordado de inmediato que
y que, como muy bien apuntaba otra buena amiga mía, aumentando la temperatura aumenta necesariamente el volumen del gas, con lo que este tiende de manera natural a expandirse y a llegar a nuestras narices tan rápidamente como se originó.
¿Ducharme con agua fría para evitar el mal rato? No, gracias. Si mi misoginia me ha mantenido bien a salvo hasta ahora de las duchas de agua fría, no va a conseguir un cierto mal olor privarme de disfrutar de mi merecida aportación al calentamiento global.
Queridos niños, espero que la enseñanza de hoy os sea de utilidad en la cotidianidad de vuestra vida: no os tiréis (en la medida de lo posible) pedos en la ducha.
Como ves no te libras de mi ni los fines de semana...
ResponderEliminarAl hilo de este escatológico post te propongo un tema (algo escabroso e incómodo), sobre el que podrías teorizar en una próxima entrada:
¿Por qué existe ese "tic" compulsivo e inevitable, que nos mueve a los seres humanos (generalmente del sexo masculino) a meter la cabeza debajo de la manta poco después de haber expulsado una leve ventosidad? ¿acaso inconscientemente sentimos la necesidad de comprobar que, efectivamente, huele mal?
Porque ese tic existe, mal que les pese a algunos: y el que diga que jamas lo ha hecho, miente...
He de decir, que un curso de formacion ferroviaria me ha dejado de poder leer las entradas cuando tengo mas tiempo para hacerlo, es decir, en el trabajo.
ResponderEliminarLe prometo, que me las leere avidamente cuando disponga de mas tiempo.
Eso si, no he podido evitar comentar, por lo leido en el anterior comentario.
Sr. Miguelon:
Pues no. No lo he hecho, y no miento. Nunca he metido la cabeza debajo de la sabana. Eso seria un suicidio ritual a la altura del Sepukku de los samurai. Yo lo que hacia era sacudir las sabanas para que saliera el pestuzo, con lo cual, como salia por la unica abertura posible, ya ofrecia una ocasion unica de catar tan putrido aroma.
Pongame a los pies de su sra.
Muy apreciado Miguelón:
ResponderEliminarMe place y complace que también lea usted mis sandeces cuando la mayoría del vulgo se dispone a afrontar los ritos del fin de semana: alcohol, fútbol, mujeres y videojuegos. Ya sabe usted que yo me abstengo de todo (excepto, por supuesto, lo último). Además, comparto esa inquitud por el conocimiento de las costumbres sociales, especialmente cuando en lo tratante a temas escatológicos. Hablaré del tema convenientemente, trayendo además aquel famoso salmo de "Judías, judías, comida musical. Cuantas más comas más música habrá".
En cuanto al señor Malasombra, sobra la base de la experiencia, usted no tiene ninguna necesidad de asomar la cabeza bajo las sábanas para buscar aquello que allí se esconde, puesto que con gusto y salero sale a buscarle dondequiera que usted esté.
Aprovecho la ocasión para recordarle mi intención de gochearle su Wii.
Reciban un cordial saludo
Calentamiento global!!
ResponderEliminarTenemos nuestro derecho a usar el agua caliente, yo creo que si en unos años no tendremos ni agua, ni electricidad y el mundo se acabará, aprovechemos ahora y usemos el agua caliente en la ducha!
He de decir que afirmo la existencia de ambas teorías sobre la comprobación casera de que las ventosidades tienen su aquello, y además añado que ambas dos pueden (más bien deben) ejecutarse de forma ordenada para que la validez de la autosía sea correcta. La primera de ellas ("meter la cabeza debajo de la manta") nos dará una apróximación cierta sobre la existencia de la ventosidad y de su densidad, mientras que la segunda (" sacudir las sabanas para que saliera el pestuzo") nos dará la posibilidad de medir el volumen la misma y su capacidad de expansión. Finalizo este planteamiento puntualizando que si la ejecución de las 2 teorías se realiza junto con algúna fémina, además de los datos que aquí se detallan se obtendrán otros que quedan fuera del alcance de mi estudio por falta de pruebas. Invito a alguna de nuestas lectoras (por ejemplo "MM") a que nos detalle, en la medida en que su conocimiento y experiencia le permitan, a ampliar nuestros conocimientos.
ResponderEliminarMacho, estás hecho un crack.
ResponderEliminarMe dicen por aquí que la mujer de la imagen que aparece en la ducha está para hacerla daño.
Bueno, ya he leido a conciencia las 2 entradas...
ResponderEliminarVeo que estamos con temas escatologicos...
Pero la verdad, es que el tema de los pedos en la ducha no me ocurre demasiado...
Pero hay otro tema, mas escatologico aun, que incluso ha inspirado canciones (Standing in the shower thinking, de Jane's Addiction) que es el orinarse en la ducha, por efecto del agua calentita...
Se que es una guarreria, pero...
Votos a favor? Votos en contra?
O.o!
ResponderEliminar¡En contra!
Voy a intentar aportar la versión femenina del asunto que nos mantiene a todos en vilo, no por enfrentar una vez más a los dos sexos, sino por contar mi humilde experiencia en éste campo. Como primer elemento de juicio utilizo una frase de un comentario anterior:
ResponderEliminar"si la ejecución de las 2 teorías se realiza junto con algúna fémina..." lo cual nos indica que la aplicación de dicha teoría suele ser llevada a cabo por la parte masculina de la pareja. Por mi experiencia en éste campo, que por otra parte es abundante, mi reacción suele ser la contraria, es decir, ajustar el edredón lo más fielmente posible a mi cuello dejando la cabeza en el exterior, intentando impedir con ello que los efluvios alcancen mi gran superficie nasal, aún a riesgo de sufrir una hipoxia por principio de auto-estrangulamiento. Merecería otro capítulo aparte el estudio de las reacciones durante un viaje en automóvil, cuando tu pituitaria te indica que el climatizador empieza a hacer cosas raras y cuando miras hacia tu izquierda descubres la cara de culpabilidad, y si necesidad de articular palabra, se disculpan: "son los baches..."